Los gancheros de la Serranía, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad

Los gancheros de la Serranía, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad

Existen “prácticas y expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes” que merecen conservarse como componentes fundamentales de las comunidades. Entre ellas, se encuentran usos y costumbres que se convirtieron en auténticas formas de vida para los que nos precedieron. Es el caso del transporte fluvial y la labor de los gancheros.

La importancia de estas tradiciones ha sido reconocida por la UNESCO al incluir a las maderadas de Austria, Chequia, Alemania, Letonia, Polonia y España en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Este reconocimiento es posible gracias al trabajo que realizan las comunidades locales que, hoy en día, mantienen viva esta actividad agrupadas en medio centenar de asociaciones y organizaciones locales y regionales que aglutinan a cerca de 4.400 personas, de las cuales alrededor de 1.500 lo hacen en la zona de la Serranía de Cuenca y el Alto Tajo.

Una tradición ancestral

El transporte fluvial de madera tiene su origen en la Edad Media, cuando las balsas construidas con troncos se empleaban para transportar los árboles talados, leña, mercancías e, incluso, personas.

Tal y como recoge el expediente de la designación aprobado por la UNESCO, “en el pasado, los balseros que viajaban a destinos remotos pasaban semanas e incluso meses viviendo y trabajando juntos en su balsa. Así surgió una comunidad que compartía los conocimientos, habilidades y técnicas de fabricación y navegación de balsas de madera, cuya identidad se ha basado en la práctica social, la jerarquía, la división del trabajo, el ritmo de vida, el uso de herramientas específicas y las costumbres”. “Esta tradición -continua el escrito- se ha cultivado durante generaciones y se mantiene firme gracias a la comunicación oral continua, la observación y la participación”.

Así pues, se considera “un componente fundamental del patrimonio de las comunidades, ya que fue una de las actividades económicas básicas de sus territorios en el pasado”. Y, aunque ha perdido su finalidad original, “sigue siendo salvaguardado y transmitido como parte de la identidad de la comunidad, a través de la artesanía, las expresiones lingüísticas específicas, las costumbres sociales asociadas al elemento, así como la comunicación de determinados valores como el uso sostenible de los recursos naturales”.

Según cuentan Juan Piqueras y Carme Sanchís en su artículo académico El transporte fluvial de madera en España, se tiene constancia de las maderadas en el río Júcar desde el siglo XII. Desde zonas como la Muela de la Madera la madera llegaba a Cuenca tras embarcarse en puntos cercanos a las localidades de Huélamo, Uña o Verdelpino.

También parte de los aprovechamientos forestales de las zonas más alta de la Serranía utilizaban el Tajo para distribuirse en Toledo durante el siglo XVI. En las siguientes centurias, el destino final sería Aranjuez.

En las aguas de los ríos Cuervo, Guadiela y Escabas también flotaba la madera de los montes serranos que llevaba a los embarcaderos de Santa María del Val, Puente de Vadillos o Poyatos.

Los troncos de la Serranía Baja, principalmente de Cañete, Huerta del Marquesado, La Cierva, Campillos de la Sierra, Boniches, Villar del Humo o Pajarón, discurrían por el río Cabriel. También llegaban al Turia los aprovechamientos de las Tierras de Moya.

Como se puede comprobar a través de este somero recorrido, la conducción fluvial y la labor de los gancheros ha tenido una especial relevancia en la Serranía de Cuenca.

Hoy en día, se puede conocer esta tradición en las jornadas madereras que se celebran en localidades como Puente de Vadillos, Priego o Peralejo de las Truchas.

Galería de imágenes
×Cerrar